Vamos a hablar claro.
Visualizar funciona. No porque lo diga un gurú, sino porque tu cerebro es una máquina de crear realidades.
Y si tú no le das una imagen clara de lo que quieres, él funcionará por defecto… tirando de tus miedos, tus creencias limitantes y todo ese rollo heredado que ni te va ni te sirve.
Pero cuando visualizas con intención (y no me refiero a mirar el techo mientras suspiras), sino a verte viviendo eso que deseas con todos tus sentidos, entonces tu mente empieza a currar para que eso pase.
Literalmente: se activan las mismas zonas cerebrales que si ya estuvieras viviéndolo.
Ciencia, no cuentos.
La neurociencia lo respalda: Cuando imaginas con detalle, estás entrenando tu cerebro, fortaleciendo conexiones neuronales, afinando tu percepción.
Y sí, esto lo hacen los deportistas de élite y muchos famosos y multimillonarios.
Serena Williams se veía ganando antes de tocar una raqueta.
Michael Phelps visualizaba cada carrera como si fuera real (y mira cuántas ganó).
Jim Carrey escribió un cheque a su nombre por 10 millones de dólares cuando era camarero… y lo cobró años después.
¿Y yo?
Yo me visualicé pasando consulta cuando ni siquiera tenía pacientes.
Me visualicé con mi coche nuevo sin saber ni cómo lo iba a pagar.
Me visualicé en un ático con vistas de escándalo, con el sol acariciando mi cara al amanecer, y disfrutando del atardecer, sintiéndome libre, fuerte, plena.
Y te digo algo: la vida escucha al que se atreve a pedir en serio.
Visualizar no es hacer “como si”.
Es decidir. Es mandar. Es mirar al universo y decirle: “Esto es lo que quiero. Y lo quiero con ganas.”
Porque si tú no eliges lo que quieres crear… el algoritmo mental lo hará por ti. Y ya sabes: lo que no programas, se repite.
Así que déjate de excusas y de “ver si hay suerte”.
Ciérrate los ojos y obsesiónate con tu visión.
Siente cada detalle. Flípalo. Hazlo real por dentro.
Y después, actúa como quien ya lo tiene.
Porque cuando tú lo ves, lo crees.
Y cuando lo crees… lo creas.
Un besico,
Carmen