Hoy quiero hablarte de algo que transformó por completo mi manera de manifestar: los grupos de intención.
Quizá hayas oído hablar de ellos. Son espacios donde varias personas se reúnen (presencial o virtualmente) con un propósito común: enfocar su energía en una intención concreta. Pero lo que hace que esto sea tan poderoso no es solo la intención en sí, sino el campo energético que se genera cuando varias mentes y corazones se alinean hacia un mismo objetivo.
No es solo algo “espiritual” —aunque lo es profundamente—. Hay evidencia científica detrás. Investigadores como Lynne McTaggart han estudiado durante años el impacto de los grupos de intención en la salud, la paz e incluso el comportamiento social. En sus experimentos, grupos de personas enviando intenciones positivas lograron efectos medibles: desde mejorías físicas en personas enfermas hasta la reducción de la violencia en determinadas zonas del mundo. No es sugestión. No es coincidencia. Es física cuántica aplicada a la conciencia colectiva.
Yo lo viví el año pasado.
Formé parte de un pequeño grupo donde nos reuníamos cada semana para sostener intenciones específicas: sanar una relación, conseguir una oportunidad laboral, mejorar la salud de alguien querido. No exagero cuando te digo que vimos milagros. Uno tras otro. Cosas que parecían imposibles empezaron a suceder con una naturalidad que solo puede explicarse cuando entiendes que la energía que emitimos crea nuestra realidad.
Y cuando esa energía se multiplica, el efecto es exponencial.
Lo más bonito fue ver cómo, al sostener la intención de otra persona, también se activaba algo en mí. Porque cuando salimos del “yo” y entramos en el “nosotros”, el universo responde de una forma completamente diferente.
Este año quiero volver a hacerlo.
Y quizás tú también quieras experimentarlo.
Si te interesa formar parte de un grupo de intención conmigo, responde a este correo o apúntate aquí https://chat.whatsapp.com/JwOjPLJlajVLYzWlyGyHMy.
No es necesario tener experiencia, solo apertura y ganas de participar desde el corazón.
Un besico,
Carmen